Perú jugará el Mundial. Vuelve a la gran cita
después de 35 años. De la mano del entrenador argentino Ricardo Gareca, se
animó a soñar durante las eliminatorias y concretó su objetivo en el repechaje
frente a Nueva Zelanda. Ante una multitud, ganó 2-0 en Lima (la ida había sido
0-0) y consiguió el último pasaje a Rusia 2018.
El desafío para Perú era grande, no sólo por la
historia que podía escribir al clasificarse al Mundial sino por saber cómo
manejaría la presión de un estadio repleto y de un país atrás que lo empujaba a
la gloria.
En cuanto a jerarquía de los equipos, no había
dudas: los de de Gareca eran muy superiores a Nueva Zelanda, pero había que
demostrarlo en la cancha. Y para eso, cuanto antes llegara el gol que abriera
el partido mucho más sencillo.
Perú salió con todo. Y enseguida tuvo su primera
chance clara con una muy buena subida de Luis Advíncula por derecha. El ex
defensor de Newell's enganchó para el medio y sacó un zurdazo potente que se
estrelló en el travesaño.
Era un monólogo local. El equipo del Tigre tenía
claro que para poder filtrar a las dos líneas de cuatro que oponía su rival
debía abrir la cancha. Y por eso atacaba por las bandas, en especial por la
izquierda, con un gran trabajo de Miguel Trauco.
Con paciencia, fue acorralando a un adversario que
sólo apostaba a defenderse y a tratar de aprovechar alguna contra aislada.
Tanto fue Perú que obtuvo su premio a los 27 minutos
del primer tiempo. Por izquierda como se presumía. Esta vez con la aparición de
Christian Cueva, que desniveló en el mano a mano, se metió en el área y tocó en
el momento justo al medio para el ingreso de Jefferson Farfán.
El número 10 coronó la maniobra de la mejor manera:
bombazo letal que se clavó bien arriba y desató la locura de todo el estadio.
Golazo. Desahogo. Perú lograba lo que merecía y empezaba a soñar despierto.
La ventaja no alteró los planes. Porque Nueva
Zelanda no salió de su cueva y el local, ya más tranquilo, buscaba liquidar el
repechaje.
Casi lo logra en otra gran acción del lateral
Trauco. El zurdo sacó un remate cruzado y venenoso desde 30 metros que obligó a
una atajada a puro reflejo de Marinovic, quien en el rebote volvió a aparecer
justo cuando Farfán quería empujarla al gol.
Para los de Oceanía la única situación de gol del
primer tiempo llegó a los 43 minutos con un córner desde la izquierda que
encontró solito al capitán Reid en el corazón del área, pero su cabezazo se fue
por arriba.
En el complemento, Nueva Zelanda mostró indicios de
un cambio: se plantó varios metros más arriba y empezó a jugar el partido de
igual a igual con el ingreso de Chris Wood, un delantero de 1.91 metro de
altura, destinado a pelear todo lo que le tiraran de arriba.
A Perú le empezaba a pesar el nerviosismo. Ya no era
el que apabullaba en la primera parte, ya no sabía si ir a buscar el segundo o
tratar de cuidar el gol y no sufrir un empate que lo dejaba sin Mundial.
En ese nuevo escenario, creció la selección
visitante que, sin demasiadas ideas, empezó a preocupar con bochazos al
grandote Wood.
Pero en el peor momento llegó el grito más grande.
El de la gloria. El que terminó de desatar el nudo de las miles de gargantas
peruanas. Un córner desde la izquierda, ningún defensor pudo sacarla y
Christian Ramos, ex defensor de Gimnasia y Esgrima La Plata, en dos tiempos,
logró enganchar el derechazo y poner el 2-0.
Fue un golpe de nocaut para los neozelandeses. Y la
invitación al festejo interminable para los peruanos.
La última participación de Perú en un Mundial fue en
España 1982 y se volvió en la primera ronda. Después de muchos años de
sinsabores y con nuevas generaciones que no tienen registro de una Copa del
Mundo con Perú, el equipo dirigido por Gareca (que realizó una gran recta final
en la Eliminatoria sudamericana) retomó la esperanza y la fe.
El mejor recuerdo de Perú en un Mundial fue el
séptimo puesto conseguido en México 1970. Y ahora, en su quinta participación
en el torneo de selecciones más importante del mundo, quiere más.
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